“La
niña bonita, la que no lo sea, que a todas alcanza esta moraleja,
mucho miedo, mucho, al lobo le tenga, que a veces es joven, de buena presencia,
de palabras dulces, de grandes promesas, tan pronto olvidadas como fueron hechas.”
mucho miedo, mucho, al lobo le tenga, que a veces es joven, de buena presencia,
de palabras dulces, de grandes promesas, tan pronto olvidadas como fueron hechas.”
El paso del tiempo y las
diferentes versiones han edulcorado, suavizado, y sobre todo ampliado el relato original, pero el cuento de
Caperucita Roja es una auténtica bestialidad.
Como por otra parte sucede con tantos y tantos relatos del folklore europeo que
con el tiempo se han transformado en cuentos infantiles.
Y es que si hay algo que
tienen las leyendas europeas medievales ( pues es en esta época cuando se
generan la mayoría de los relatos que serán transcritos por escritores
posteriores) son dos características fundamentales. Son tremendamente
conservadores, reaccionarios, retrógrados en lo moral. Y son claramente
amenazadores, moralizantes por el miedo. Pretenden, y consiguen, asustar ante
todo. Y eso en una sociedad llena de guerras, peste, hambrunas y tremenda
desigualdad que ya daba mucho miedo de por sí.
Caperucita es ,por un lado una
historia de terror como Dios manda, vamos. Un cuento cortísimo ( no ocupa más
que una sola página, si llega, tal y como podréis observar pinchando aquí) y
que finaliza en el momento en que la niña es devorada por el lobo. Sin más. Sin
cazadores redentores que aporten su happy end.
Y por el otro, tal y como se
deduce de la moraleja incluida tras el relato a modo de epílogo con la que
inicio este post, ( que habla de lobos jóvenes y de buena presencia) se trata
de un relato con una clara temática sexual implícita. Otro pequeño detalle es
que Caperucita, en la versión de Charles Perrault, se acuesta desnuda con el
lobo ( al que cree su abuela) . Este detalle de desvestirse antes de acostarse se
eliminará en la versión políticamente correcta de los hermanos Grimm, que
también añadirán el desconocido personaje del cazador-salvador, aportando el
edulcorado final feliz de la historia.
Moralina conservadora asociada al miedo. Ambos elementos han
pervivido hasta nuestros días y son perfectamente perceptibles en el subgénero de
terror cinematográfico para adolescentes. Quien haya visto “Scream” “Pesadilla
en Elm Street” o “ Se lo que hicisteis el último verano” o cualquiera de los
innumerables productos de consumo masivo de Hollywood, podrá constatar que la adolescente
más golfa, la que viste más provocadora o la que se acuesta con el noviete a
escondidas es la que muere primero y entre terribles sufrimientos.
La primera vez que el nombre
de Caperucita Roja aparece escrito es en el relato del mismo nombre de Charles
Perrault en su volumen, publicado en 1697, llamado “historias y cuentos del
pasado”. ( también conocido como “Los cuentos de mamá gansa” debido a la
ilustración que aparecía en su portada)
Y ese es un gran logro del autor. Recoge distintas
tradiciones orales que hablan de una historia de una niña devorada por un lobo,
aportando Perrault la roja prenda de
vestir característica y, de algún modo, dándole una imagen. Otorgándole, de esa
forma, continuidad.
Poco imaginaba nuestro
Charles que la historia le recordaría por este libro de historias infantiles y
no por su total de 46 obras, ocho de ellas publicadas póstumamente, de contenido
mucho más sesudo y profundo.
Y es que Charles Perrault no era un cualquiera. Era el hermano de Pierre Perrault, recaudador
general del estado y de Claude Perrault, arquitecto que entre otros trabajos,
realizó los planos del Observatorio del rey de Francia. Su familia pertenecía a
la burguesía acomodada, hizo posible que gozara de una plácida infancia y su paso por las mejores escuelas de la época. Licenciado
en Derecho, logró , con trabajo duro , con el transcurso del tiempo, y, por qué
no decirlo, con ciertas dosis de peloteo , labrarse una carrera profesional de
inmenso éxito en la administración pública.
Secretario de la Academia
Francesa desde 1663, En 1671 es nombrado académico, en 1672 es elegido
canciller de la Academia, y en 1673 se convierte en Bibliotecario Mayor de la
misma. Meteórica carrera a la que no es ajeno el hecho de ser el protegido de
Colbert , el famoso consejero real de Luis XIV. Sin embargo cuentan que en las
reuniones de la Academia, Boileau, su archienemigo personal, se reía de él a
sus espaldas por su folklorista pasión por la transcripción de relatos orales para niños.
Bendita afición que sin duda le otorgó la inmortalidad, el reconocimiento y el cariño de millones de lectores.
Y es que uno quiere pensar
que, sumido en un aburrido y gris mundo burocrático, el reverso que constituía
el universo de fantasía poblado de hadas, brujas, ogros y princesas constituyó
para el autor una auténtica tabla de salvación.
Nota Final: Mientras estoy
escribiendo este texto, a las 2:20 de la madrugada, una joven británica, sola, de
apenas 20 años, excesivamente maquillada y con su pertinente disfraz de
holidays-in-Ibiza- consistente en un minivestidito semitransparente, bolso y
sandalias, se acerca a la recepción y me pide que llame a un taxi. Recojo su
llave, la pongo en el casillero, y tras cinco minutos de conversación intranscendente
sobre el día lluvioso de hoy o lo que le va a costar el taxi hasta el Amnesia,
no puedo evitar despedirme , a riesgo de meterme dónde no me llaman, con un
paternalista “ Please, be careful “. Y, que queréis, yo también tengo una hija.
Salud, Paz y Amor a Todos.